Ya comienza el nuevo ciclo escolar y la memoria reclama dejar salir algunos recuerdos de cómo era iniciar un ciclo escolar en escuela pública de colonia popular en los 80, y de la triste suerte de todas esas herramientas escolares en mis manos.
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RetroMan niño estrenando sus útiles escolares. |
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A falta de fotos de la epoca... |
Por cierto, esas papelerías ochenteras y otros negocios de barrio estaban iluminados todavía con focos de 100, o mejor, de 60 watts. Es un elemento clave para retrotraernos a los 80s. Lo más parecido que encontré a esa ambientación lumínica es esta reseña de focos retro.
Vayamos al grano.
Plastilinas Bombín y Combate
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¡Inolvidable! |
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Vaya nombre y presentación. |
No sé que tanto habré hecho con plastilina en la escuela, pero en casa seguramente habré intentando hacer un sinfín de figuras a cuenta de algún capítulo de la Señorita Cometa en donde los chamacos hacen figuritas humanas que luego cobran vida. Pero la verdad es que se armaban cochineros y nuestros dedos dejaban constancia de ellos en las paredes de depa.
A los ábacos tocaba destartalarlos para hacer canicas que no servían para mucho.
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Eran así, pero con líneas de 'canicas' azules y rojas. |
El obligatorio diccionario Academia
Lo tenían mis hermanos, lo tenían mis hermanas y de todos modos había que comprarlo año con año. La edición más entrañable es aquella que mostraba un collage de imágenes en la portada.
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La maldad que le tocaba a éste era perderlo. |
Y por supuesto, las imágenes inolvidables en interiores: las estaciones del año y las banderas.
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¡A todo color! |
Una parte de la historia que se quedó en aquellos diccionarios era ese curioso nombre de país llamado Alto Volta, que por asociaciones de chamaco me hacía recordar a las pilas RayoVac.
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Bandera de Alto Volta |
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¡No hay que ser! ¿Hasta los mismos colores? |
Hoy Alto Volta (que obviamente no tenía nada que ver con un advertencia a ser cautos con la electricidad), se llama Burkina Faso. Y seguramente, el Academia todavía incluía las banderas de Yugoslavia, la URSS y de las dos Alemanias. ¡Cómo ha llovido!
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Yugoslavia, URSS y Alemania 'Occipital' |
Colores Blanca Nieves y Mapita
Los otros infaltables son los colores (léase lápices de colores) Blanca Nieves o los Mapita. Que tampoco se retiraban por gusto, ya que se me iban desapareciendo poco a poco y a medio ciclo escolar yo no quedaba más que uno negro, que hacía de lápiz para compensar a otro difunto recurrente: el lápiz Berol amarillo. Aquí un tik tok de @aprendizdedibujante para recordar estas maravillas.
Y como nunca tuve esos anhelados Plumonitos Paper Mate (con su plumón mágico que ‘borraba’ colores), me tenía que conformar con los Pincelín Wearever, que pese a mis expectativas, poco me ayudaron a dibujar como en los comerciales. Estos terminaban secos inútiles porque los dejaba destapados una y otra vez.
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Los sacapuntas
Los de cajón eran los de hexágono o corazón. Le seguían los rectangulares y esas variedad ya de más a finales de los ochentas entre los cuales me alucinaban los de televisor con escenas lenticulares. Y gracias a los colegas de Memorabilia Café, autores involuntarios de esta entrada, es que recuerdo esos que sólo algunos privilegiados tuvieron con el compartimento con tapa corrediza para contener la viruta.
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Los cuates de Memorabilia Café me leen la mente. |
Los juegos de geometría
Bien plastificados en su empaque. Seguramente quienes salimos del barrio no olvidaremos esos compases de lámina con tuerca para abrir o cerrar el ángulo. A pesar de que dolía lo suyo girar la maldita tuerca, desbaraté unos cuantos y jamás los pude devolver a su estado original.
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Aquí el monstruoso compás, compas. |
Eso sí, las reglas de 30 centímetros siempre útiles... para frotar en el cabello y probar la estática con pedacitos de papel de nuestras libretas Scribe forma italiana.
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Un viejo conocido de este blog. |
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Las escuadras también funcionaban. |
Y también funcionaba con las reglas de aluminio, ¿no?
Resistol
Resulta que era marca registrada, pero por travesuras de la metonimia no había otro nombre en mi círculo inmediato para referirnos al resistol… digo, al pegamento.
Para no gastar en algo que destinado a morir joven, nos íbamos por el baratito.
Pero también se veían estas maravillas temátizadas...
Ah, cómo molaba aplicar resistol sobre las víctimas, frotar el sobrante en las manos y luego retirar la cáscara seca con todo y mugre.
El Pritt no era resistol ni pegamento, era Pritt y olía a limón.
Los bicolores
Y luego estaban los infaltables bicolores, que siempre pedían, pero que con mil demonios, no me acuerdo haber utilizado más de una vez. A mi se me hace que ni la primaria terminé.
Otra cosa bicolor eran las gomas, y entre más pequeño el objeto más seguido que había que comprarlo. Y cuando te encontrabas alguna estaba más dura que la crisis de la época y en vez de borrar desbarataba hojas.
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Supongo que aún son moneda corriente. |
Las plumas o bolígrafos llegaron hasta secundaria, si no mal recuerdo, pero en la transición se pusieron de moda los lapiceros, entre los cuales los más populares eran los de puntas apiladas. Creo que no eran muy confiables pues al presionar mucho sobre el papel, se empujaban hacia adentro la punta y por la retaguardia salía la última de la fila. O quizá era yo el problema. Aquí un video explicativo que da cuenta que siguen vivos.
Prueba de que el desastre era yo es que perdía lápices por aquí y por allá, y de pronto le tomaba los suyos a mi hermano mayor, que ya en secundaria (¿o en prepa?) usaba los azules de dibujo, que para escribir no servían mucho.
Por último, esas plantillas amarillas que conocíamos como giosers con letras estilizadas que también conocí a través de esa relación especial con mi hermano en la que yo tomaba y dejaba inútil lo que me daba la gana y él me regalaba mi dosis de coscorrones.
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¿Todavía se usan? |
Ya me llegarán otros recuerdos rescatables pues la vida escolar es semillero de muchas aventuras, unas memorables y otras tantas desafortunadas. Por lo pronto, espero esta entrada de tema de conversación para rato, de aquí a la siguiente entrada.
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