A inicios de la década de los noventa, con la muerte de
IMEVISION, la decadente TV Azteca iniciaba transmisiones por Canal 7 con una
larga barra de videos musicales de artistas del momento. Casi estoy seguro que
fue esa la forma en que conocí a una de mis bandas favoritas de la década: The
Cranberries.
Con la canción Dreams, yo
y muchos otros colegas de la escuela nos enamoramos de la voz y la persona
de Dolores O’Riordan.
Los 5 miembros, O'Riordan, los Hogan, Lawler... y el sofá. |
El hechizo tuvo un segundo momento. Una madrugada me despertó
el radio, que a veces dejaba encendido y sintonizado en Rock 101, justo con el
inicio de la canción Linger. Con la guardia baja, todo desinhibido, nuevamente la
voz de ensueño de Dolores penetraba el oído y llegaba a estrujar el corazón adolescente.
Producto de ese segundo encuentro me impuse con mucho entusiasmo
conseguir el material de The Cranberries que contenía Linger. Como entonces
todavía me era ajeno el mundo de las tiendas especializadas, caí por enésima
vez en Plaza Meave con el Chacal y me hice del álbum Everybody Else Is Doing It,
So Why Can’t We? (1993) en casette.
Su mejor álbum. |
Si bien las canciones Dreams y Linger eran el punto más alto
en la calidad y sensibilidad de todo el álbum, encontré además otras joyitas que
desgraciadamente no trascendieron, como Still Can’t, Pretty, Waltzing Back y
Sunday.
Muy poco tiempo después, nuevamente en forma de video, escuchaba
por primera vez la canción Zombie. En esta canción la banda subía de tono su
música para lanzar una protesta ante la violencia y muerte que seguía dejando
la añeja lucha de Irlanda por rescatar su identidad.
The Troubles: otra etapa del conflicto entre las Irlandas |
Aquí conocimos a otra
Dolores que, como nunca, desgarraba su voz para lanzar a todo pulmón su What’s
in your head? El trasfondo histórico y social lo conocí mucho después, por
supuesto, pero en definitiva fortaleció mi respeto por la banda.
Zombie era parte del segundo álbum de The Cranberries, No
Need To Argue (1994), y aunque nunca tuve la oportunidad de conseguirlo, sí me llegó a
las manos un CD promocional de ese álbum con la canción Ode To My Family. Una
más que me gustó, aunque ciertamente, la única de las cuatro que contenía.
De hecho, la mayoría de las canciones que escuché de la banda después del primer álbum, de Zombie y de Ode To My Family, no me emocionaron mucho. Salvation y Free To Decide fueron éxitos del tercer álbum, The Faithful Departed (1996), que escuché poco y que ni la voz de Dolores logró que me convencieran.
No fue sino hasta el final de la década, con el álbum Bury The Hatchet (1999), en especial con la canción Just My Imagination, que pensé que volvían para sorprender. Incluso, mientras veía un capítulo de Hechiceras (no sé por qué, a mí ni me gustaba), que me presentan a la banda tocando la canción, que ya también es parte de mis favoritas.
De ese álbum también destacaban Animal Instinct y Promises. Curiosamente esas canciones también las conocí en video, ya en Canal 40, que también iniciaba sus transmisiones con barras de videos.
La realidad es que no me entusiasmé más con The Cranberries.
Tal vez sea que desarrollé una rechazo a las bandas que dependen mucho de un
solo estilo, y es que muchas de las canciones de The Cranberries me suenan muy
parecidas.
Con la trágica e inesperada muerte de Dolores O’Riordan en 2018 se cerraba
la historia de una banda de referencia obligada en los 90s. Para mí es hora de
explorar un poco más aquellas canciones que no tuve oportunidad de valorar.
Si bien los tonos más bellos de la voz de Dolores se quedaron en Dreams y en Linger, hay otras canciones que se pueden apreciar por el poder de sus letras (la mayoría escritas por ella), como en Fee Fi Fo, donde O’Riordan descarga su dolor y su ira acumulada por el abuso sexual que sufrió en su niñez.
Si bien los tonos más bellos de la voz de Dolores se quedaron en Dreams y en Linger, hay otras canciones que se pueden apreciar por el poder de sus letras (la mayoría escritas por ella), como en Fee Fi Fo, donde O’Riordan descarga su dolor y su ira acumulada por el abuso sexual que sufrió en su niñez.
Aunque el mote de Reina de Limerick se lo impuso ella misma,
en un arranque de prepotencia, yo lo retomo
como homenaje a una de las más grandes artistas que le dieron forma a mis 90s.