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domingo, 16 de noviembre de 2025

1988-1993: Los Años Maravillosos

Cuando se trata de nostalgia, nada nos hizo sentirla tan profundamente como Los Años Maravillosos (1988-1993); una nostalgia de una época que ni siquiera habíamos vivido.

 

A favor de esa nostalgia vicaria teníamos el bombardeo de las repeticiones de series gringas de los 60s y 70s, como Los Munster o Los Locos Adams; las horas radiales dedicadas a esas décadas como Los Pioneros del Rock and Roll de Radio Universal y Los Grandes años del Rock and Roll de Radio Felicidad; y un sinfín de películas de chicos creciendo en sus maravillosos años sesenteros y setenteros, un tanto de ellas dedicadas a la Guerra de Vietnam. 

 

No recuerdo cómo se anunciaban los estrenos de esas series en aquel entonces, quizá era a través de la sección correspondiente a espectáculos de algún periódico, o tal vez algún anuncio nos atrapó mientras veíamos Alf, pero estuvimos ahí para ver el primer capítulo, que hizo bien su trabajo y nos fidelizó por lo menos a las primeras dos temporadas.

 

Si alguien se pregunta porque de pronto pulularon los Kevins entre nuestros chamacos de los dosmiles, quizá se deba a lo que toca abordar en esta entrada.

La historia que conocemos quienes la disfrutamos los viernes a las 8:30 (¿me equivoco?) en Canal 13 de IMEVISION, era la de las vivencias familiares y escolares de un chico que entraba a secundaria en medio del clima de revueltas sociales y culturales de finales de los 60 y principios de los 70. 

El sello distintivo de la serie era la narración de su personaje principal, Kevin Arnold, quien, ya con casi 40 años de edad a finales de los 80, nos contaba desde el presente cada evento trascendental de su etapa de adolescente, a veces de forma cómica, pero siempre con añoranza.

Aquí en México, la narración corrió cargo del gran veterano Carlos Castañeda, quien dice cosas muy interesantes al respecto de su trabajo en esta serie…


y es a quien nos habría gustado escuchar en ese pequeño homenaje que le hicieron a la serie en Los Simpsons.

El caso es que para muchos chavos de entonces esta se volvió nuestra telenovela, la que hablaba de vivencias similares, como lidiar con el concepto de la muerte por primera vez a través del fallecimiento de algún conocido de la familia,

las peleas entre hermanos,

 
mirar a los papás ser papás,

y comenzar a entender su forma de ser,

los conflictos con los amigos más cercanos,

 

por supuesto el incipiente interés en las mujeres…

 

y la experiencia del rechazo social.

La música que acompañaba muchas de esas escenas me eran muy conocidas, ya que las rolaban continuamente por Radio Universal, pero la que definitivamente nos remite a esos momentos de los 80 en que en familia nos sentábamos frente a la tele es With a Little Help from My Friends, versión cover de Joe Cocker, que dejo por aquí para cerrar este capítulo.

domingo, 21 de septiembre de 2025

1980s: Los útiles escolares

Ya comienza el nuevo ciclo escolar y la memoria reclama dejar salir algunos recuerdos de cómo era iniciar un año en escuela pública de colonia popular en los 80, y de la triste suerte de todas esas herramientas escolares en mis manos.

RetroMan niño estrenando sus útiles escolares.

Las listas de útiles escolares que eran el terror de padres con más de dos hijos. Yo recuerdo una que otra vez cómo era entrar en una papelería medianamente grande, hacer cola y pedir la lista que siempre quedaba incompleta y a correr con desesperación a otra o aceptar la opción simi.

A falta de fotos de la epoca...

Por cierto, esas papelerías ochenteras y otros negocios de barrio estaban iluminados todavía con focos de 100, o mejor, de 60 watts. Es un elemento clave para retrotraernos a los 80s. Lo más parecido que encontré a esa ambientación lumínica es esta reseña de focos retro.

Vayamos al grano. 

Plastilinas Bombín y Combate 

¡Inolvidable!

 
Vaya nombre y presentación.

No sé que tanto habré hecho con plastilina en la escuela, pero en casa seguramente habré intentando hacer un sinfín de figuras a cuenta de algún capítulo de la Señorita Cometa en donde los chamacos hacen figuritas humanas que luego cobran vida.  Pero la verdad es que se armaban cochineros y nuestros dedos dejaban constancia de ellos en las paredes del depa.

 

A los ábacos tocaba destartalarlos para hacer canicas que no servían para mucho.

Eran así, pero con líneas de 'canicas' azules y rojas. 

El obligatorio diccionario Academia  

Lo tenían mis hermanos, lo tenían mis hermanas y de todos modos había que comprarlo año con año. La edición más entrañable es aquella que mostraba un collage de imágenes en la portada. 

La maldad que le tocaba a éste era perderlo.

Y por supuesto, las imágenes inolvidables en interiores: las estaciones del año y las banderas.

¡A todo color!

Una parte de la historia que se quedó en aquellos diccionarios era ese curioso nombre de país llamado Alto Volta, que por asociaciones de chamaco me hacía recordar a las pilas  RayoVac

Bandera de Alto Volta

¡No hay que ser! ¿Hasta los mismos colores?

Hoy Alto Volta (que obviamente no tenía nada que ver con un advertencia a ser cautos con la electricidad), se llama Burkina Faso. Y seguramente, el Academia todavía incluía las banderas de Yugoslavia, la URSS y de las dos Alemanias. ¡Cómo ha llovido!

Yugoslavia, URSS y Alemania 'Occipital'
 

Colores Blanca Nieves y Mapita 

Los otros infaltables son los colores (léase lápices de colores) Blanca Nieves o los Mapita. Que tampoco se retiraban por gusto, ya que se me iban desapareciendo poco a poco y a medio ciclo escolar yo no quedaba más que uno negro, que hacía de lápiz para compensar a otro difunto recurrente: el lápiz Berol amarillo. Aquí un tik tok de @aprendizdedibujante para recordar estas maravillas. 

 

Y como nunca tuve esos anhelados Plumonitos Paper Mate (con su plumón mágico que ‘borraba’ colores), me tenía que conformar con los Pincelín Wearever, que pese a mis expectativas, poco me ayudaron a dibujar como en los comerciales. Estos terminaban secos e inútiles porque los dejaba destapados una y otra vez.


 

Los sacapuntas

Los de cajón eran los de hexágono o corazón. Le seguían los rectangulares y esas variedad ya de más a finales de los ochentas entre los cuales me alucinaban los de televisor con escenas lenticulares. Y gracias a los colegas de Memorabilia Café, autores involuntarios de esta entrada, es que recuerdo esos que sólo algunos privilegiados tuvieron con el compartimento con tapa corrediza para contener la viruta.

Los cuates de Memorabilia Café me leen la mente.

Los juegos de geometría

Bien plastificados en su empaque. Seguramente quienes salimos del barrio no olvidaremos esos compases de lámina con tuerca para abrir o cerrar el ángulo. A pesar de que dolía lo suyo girar la maldita tuerca, desbaraté unos cuantos y jamás los pude devolver a su estado original.

Aquí el monstruoso compás, compas.
 

Eso sí, las reglas de 30 centímetros siempre útiles... para frotar en el cabello y probar la estática con pedacitos de papel de nuestras libretas Scribe forma italiana. 

Un viejo conocido de este blog.

 

Las escuadras también funcionaban.

Y también funcionaba con las reglas de aluminio, ¿no?

Resistol

Resulta que era marca registrada, pero por travesuras de la metonimia no había otro nombre en mi círculo inmediato para referirnos al resistol… digo, al pegamento.   


Estaban esos botecitos con aplicadores en la punta que se la pasaban tapándose o aquellos que tenían unas tapitas en donde el aplicador estaba por dentro, a modo de paleta.

Para no gastar en algo que destinado a morir joven, nos íbamos por el baratito.

Pero también se veían estas maravillas temátizadas...

Ah, cómo molaba aplicar resistol sobre las víctimas, frotar el sobrante en las manos y luego retirar la cáscara seca con todo y mugre.

El Pritt no era resistol ni pegamento, era Pritt y olía limón.


Los bicolores 

Y luego estaban los infaltables bicolores, que siempre pedían, pero que con mil demonios, no me acuerdo haber utilizado más de una vez. A mí se me hace que ni la primaria terminé.

Otra cosa bicolor eran las gomas, y entre más pequeño el objeto más seguido que había que comprarlo. Y cuando te encontrabas alguna estaba más dura que la crisis de la época y en vez de borrar desbarataba hojas.

Supongo que aún son moneda corriente.

Las plumas o bolígrafos llegaron hasta secundaria, si no mal recuerdo, pero en la transición se pusieron de moda los lapiceros, entre los cuales los más populares eran los de puntas apiladas. Creo que no eran muy confiables pues al presionar mucho sobre el papel, se empujaban hacia adentro la punta y por la retaguardia salía la última de la fila. O quizá era yo el problema. Aquí un video explicativo que da cuenta que siguen vivos.

Prueba de que el desastre era yo es que perdía lápices por aquí y por allá, y de pronto le tomaba los suyos a mi hermano mayor, que ya en secundaria (¿o en prepa?) usaba los azules de dibujo, que para escribir no servían mucho. 

Por último, esas plantillas amarillas que conocíamos como giosers con letras estilizadas que también conocí a través de esa relación especial con mi hermano en la que yo tomaba y dejaba inútil lo que me daba la gana y él me regalaba mi dosis de coscorrones.

¿Todavía se usan? 

Ya me llegarán otros recuerdos rescatables pues la vida escolar es semillero de muchas aventuras, unas memorables y otras tantas desafortunadas. Por lo pronto, espero esta entrada de tema de conversación para rato, de aquí a la siguiente entrada.

sábado, 23 de agosto de 2025

1980s-2000s: Los Cuatro Fantásticos: del comic al cine

Con el estreno de una nueva versión de Los Cuatro Fantásticos y con mi insatisfacción con la misma por cuestiones que atañen a este blog, hoy toca hablar de estos personajes. ¡Aguas, que viene una entrada larga!

Seguramente para todos los colegas de los 80 nuestro primer contacto, al menos en el DF (hay que ambientar todo) y Edomex, fue con las transmisiones mañaneras de la caricatura de 1967 The Fantastic Four.

 

Sería a eso de las 8 o 9 de la mañana de los sábados (y quizá durante las vacaciones), por Canal 5. Si bien poco recuerdo de las historias, nada me quedó más grabado de esa serie que las voces, en especial con los monólogos del “guapo” Ben. La voz de la Mole era la del viejo conocido Demóstenes, doblado por Armando Gutiérrez. Uno esperaría de pronto oírlo decir "Soy un ma-ma-aní".

 

Y hasta mucho después caí en la cuenta que la voz de Sue Richards, la Mujer Invisible, era no otra que María Antonieta de las Nieves “Chilindrina”.

 

Las voces de Reed Richards (Juan José Hurtado) y de Johnny Storm (Roberto Cardín) son una parte de nuestra infancia con otros proyectos de Hanna-Barbera.

Juan José Hurtado y Roberto Cardín

Recuerdo una segunda serie animada, Las Nuevas Aventuras de los Cuatro Fantásticos (1978), también transmitida en nuestros ochenta en donde la animación era menos chistosa, además de que se reemplazaba a la Antorcha Humana por el robot H.E.R.B.I.E. Sin embargo, además de esos detalles, no preservo ningún otro momento de dicha versión.

Cuando descansaron a la Antorcha Humana.

- Adendum -

¡Ya! Después de buscar algún video de esta versión recordé que me gustaba la canción de entrada (¿o de salida?) que cantaba Capitán Memo, un colega que necesita su propia entrada.

 

No menciono la versión noventera de esto cuates porque de plano no la vi,

 

pero en cuanto a las series televisadas, es justo recordar otra con la que Hanna-Barbera explotó a uno de los personajes porque sí. La Mole (1978) trataba sobre un clon de Shaggy que se transformaba en la Mole al unir unos anillos. 

¡Clavadito a Shaggy, de Scooby-Doo!

Este fue sólo un error en la Matrix para la barra dominguera de caricaturas en Gringolandia que aquí no dejó más que la frasecita: ¡Anillos, de roca la Mole quiero ser!

 

La mejor relación que tuve con estos personajes fue durante los años de Novedades Editores y su El Hombre-Araña Presenta, del que ya hablé. El mérito le corresponde a la calidad de las historias y trazos de un solo artista: John Byrne. Puedo mencionar una gran cantidad de historias que disfruté y que mis hermanos mayores también leían con interés:

La historia con el suegro de Ben Grimm...

La llegada de Terrax como heraldo de Galactus...

 

Las confrontaciones con Doctor Destino...

Ese capítulo especial que narra cómo un niño se prende fuego por querer ser como la Antorcha Humana...

La confrontación con Malicia...

 

O la confrontación del Franklin Richards con Mefisto...

 

Durante algún tiempo, Marvel mezclaba personajes en distintos equipos, y a los Cuatro Fantásticos se unió alguna vez She-Hulk remplazando a la Mole...

Como se trata de contextualizar, agregaré que los domingos me escapaba temprano del negocio familiar, me acercaba al puesto de revistas por el número más reciente, y al salir a eso de las dos de la tarde de la chamba, me regresaba por la casi nueva línea 9 del metro leyendo mis historietas. 

Casi a mediados de los 90, supongo que debido a la entrada en vigor del TLC, allá por el 94, y ya habiendo desaparecido Novedades, llegaban de pronto lotes de comics en inglés a precios muy bajos y así conseguí por ahí un número suelto de The Fantastic Four, ya con nuevos personajes aunque ya se notaba un poco de falta de creatividad, pues como se volvió tradición, de pronto aparecían los padres nunca mencionados de algunos superhéroes para justificar las nuevas sagas.

Cuando empezaron a hacer menos invisible a la Mujer Invisible.

Y como en la historia de los comics en México no está completa sin Editorial Vid, ya en mis últimos días de coleccionista, todavía adquirí Cuatro Fantásticos VS X-MEN. O ya le perdía el gusto a los comics o no era realmente una buena historia, porque sólo es a causa de las imágenes que encuentro al escribir esta entrada que recuerdo que existió.

Portada épica, historia mediocre.

Me saltaré las películas dosmileras de FOX que no hicieron honor a los personajes, para llegar a la más reciente: Fantastic Four: First Steps. Sere breve, el doblaje me arruinó la película. 

Ni la recuerdo.

 
Ni la vi.


Ni le puse atención.

Para quienes nos educamos en los 80s en asuntos de cine y TV, no nos resulta cansado leer subtítulos, pero a la industria moderna del cine parece representarles menos gasto o más audiencia que todas las películas modernas tengan un versión doblada. Y eso no sería problema si por lo menos hubiera la misma cantidad de versiones en su lengua original, pero no es el caso. 

De modo que, en la más reciente salida con los compas de la universidad, se decidió que, como no había horarios convenientes de la peli subtitulada, le daríamos una oportunidad a la versión en español.  Y bueno, si ya había escuchado cosas horrorosas en las versiones en español de los éxitos Marvel que de pronto sueltan en la televisión, ¿qué esperaba?

Lo primero es que las voces de la Mole y la Antorcha son muy parecidas entre sí, lo que me parece un error por parte de los directores de proyecto, porque no le dan personalidad propia a cada personaje y hacen confusas algunas escenas en donde hay mucho dialogo entre ellos. 

Otro horror importante es que los actores, por muy profesionales que sean, no doblan; posan, por decirlo así. Esto es concepto que me "inventé" y que notaba en las actuaciones cuando alguna vez hice subtitulaje de material audiovisual, en particular, con los materiales de producción nacional. Es el caso de William Levy en Cuidado con el Ángel, que cuando estaba triste, enojado, alegre o sorprendido, nunca cambiaba la expresión facial ni su lenguaje corporal como de comercial de Gillette. Percibo algo similar con el actor que da voz a Johnny Storm, Alejandro Orozco. La modulación de  su voz parece más de locutor de radio que de actor, pues parece más preocupado en no dejar de sonar varonil que en expresar la variedad de emociones en el rostro de Joseph Quinn

Pero quizá el crimen más grande es la mala traducción y adaptación que afecta todo el material. Abundan las traducciones literales, los calcos sintácticos y el uso innecesario de anglicismos. Y como creo que me estaré metiendo con el gusto de mucha gente, aquí le dejo. Aunque se impone una reflexión que quizá apele más a los compas de nuestra generación. 

Pareciera que la pérdida de calidad en el doblaje mexicano, que por muchos años fue referente, está pasando desapercibida. Culpa de eso puede ser la cantidad de materiales que llegan ahora de todo el mundo y la oferta de actores de doblaje improvisados, aunado a la política de desdén a la lectura de subtítulos cuyo gran aporte al entretenimiento es escuchar al actor original hacer bien su trabajo. 

También es cierto que el aprecio que en México le tenemos a los grandes del gremio les ha hecho confiarse y descuidar sus proyectos de los cuales ahora ellos son directores. Por lo pronto, para probar que Retroman no se ha convertido en un viejito cascarrabias, recomiendo visitar de vez en cuando algunos materiales clásicos. Uno de lo que más me impresionan es Alf, en especial las voces de Willie (Pedro D’Aquillón) y de Kate (Andrea Coto).

Pero para regresar al tema Cuatro Fantásticos, propongo que, si queda por aquí algún lector asiduo que haya conocido las historias que publicaba Novedades y quiera revivirlas, me lo haga saber. Si la solicitud llega a 20 (¡lo cual sería un logro!), subiré las versiones en PDF de los comics que aún conservo (si es que nadie lo ha hecho todavía). ¿Alguien se anima?