Durante nuestros días de chamacos tuvimos como entretenimiento películas y series de televisión con temas bélicos pero también con temas de héroes pistoleros. Todavía no se había suprimido el racismo de las películas de indios y vaqueros y era muy común verlas por las mañanas en Canal 5 durante El Cinito del Tío (Gamboín), y los domingos en la barra Cine Permanencia Voluntaria.
También estaban las series de las que hablaremos después como los Inrrascables y Combate. El caso es que había pistolas y armas de fuego por todos lados, así que para ponerse a jugar a que éramos soldados o vaqueros pasamos de imaginar que las manos o una rama de árbol eran un revolver o un rifle, al desarrollo de una tecnología de juguetes bélicos muy mexicana (creo): la lanzacorcholatas (o lanzafichas).
Aquí los Inrascables |
Y aquí los Intocables |
Desconozco de dónde salió la idea de este milagro de la ingeniería, pero del taller de carpintería que compartíamos en la casa sacábamos mucho material. Para conseguir municiones, o sea las corcholatas, mis hermanos se lanzaban a las tiendas que antaño tenían hieleras para los refrescos y las cervezas. Las hieleras tenían sus destapadores que se llenaban de corcholatas todo el tiempo.
Antiguo expendedor de municiones para lanzafichas |
El lanzacorcholatas consistía en una barra de madera con
dimensiones aproximadas de 40x10X5, con un clavo en la
punta se sujetaba una liga larga. Dentro de la liga se colocaba una
corcholata y se estiraba hacia atrás en donde una prensa hecha con
madera y ligas la sujetaba. Esta prensa era el gatillo que al hacer
presión en la punta opuesta, liberaba la corcholata que salía chillando y
buscando un ojo para pedir posada.
Yo era muy chico entonces, pero recuerdo bien este artefacto. A veces jugábamos a tirar muñecos con corcholatas. Después, cuando ya tenía la habilidad suficiente, me dio por simplificar el asunto usando sólo ligas que estiraba con una madera y a buscar todo tipo de blancos, desde figuritas de plástico hasta las arañas patonas de las esquinas de mi cuarto.
Mucho después conocí un artefacto realmente letal que nunca utilicé porque sí estaba de miedo. El famoso dardo de popote. Este chistecito era un popote con un pasador para el pelo al que se le quitaban las puntas de goma y se amarraba a la punta. Una parte del pasador se enganchaba en una liga para estirar el popote y después soltarlo. Ingenioso pero definitivamente no recomendable como juguete.
En fin, estos juguetes no han quedado del todo en el pasado, pero jamás he vuelto a ver a niños jugando con artefactos así de rústicos. ¿Alguien llegó a jugar con estas maravillas?
Todavía tengo cicatrices entre el pulgar y el índice donde por error me clavaba esos dardos de popote que llamabamos "matagatos" les sacábamos filo con un esmeril de banco, del papa se un amigo, eran verdaderamente armas... pero bueno nunca paso a mayores... solo algunos gatos picoteados... :/
ResponderEliminarA veces hasta esos accidentes nos causan nostalgia. ¡Saludos y gracias por visitarnos!
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