La cultura de los 80 no podría estar completa sin una visión idealista de lo que la tecnología computarizada deparaba para el futuro de la humanidad. Me costaría trabajo mencionar todos aquellos ejemplos de ficción, televisivos o impresos, en los que recuerdo que las computadoras jugaban un papel como la gran maravilla tecnológica del siglo XX.
Y ni qué decir sobre cómo nos hacían caer en los engaños de sus alcances exagerados exaltados en las series televisivas o en las películas del momento, engaños que sin embargo nos hacían añorar esa realidad.
Las compus de los 80 le permitían a un niño genio infiltrarse en los equipos más sofisticados del pentágono y casi desatar la Tercera Guerra Mundial (War Games, 1983) y a un grupo de nerds les cumplía el sueño de crear vida inteligente (Automan, 1983-1984; Weird Science, 1985).
Mi experiencia con las computadoras, por otro lado, no tuvo el mismo glamour, pero sí un gran impacto para mí. Y es que en 1989, cuando ya había elegido la electricidad como taller en mi secundaria para cucarachos, la dirección de la escuela inició la primera generación del taller de cómputo en el mundo… bueno, en mi colonia en Neza, y no pensé dos veces la oferta. Aquí un vistazo al cómputo de ese año en la fabulosa Neza.
Todo el equipo era de un color cremita o gris horrible. La mayoría de los equipos que usábamos eran de la marca IBM (aunque recuerdo también haber visto etiquetas de Printaform) constaba de CPU, monitor y teclado.
¡Eran feas! |
No existían los ratones. Al menos no en mi pedazo de Neza.
Los monitores eran monocromáticos. Recuerdo que el fondo podía ser negro o de un tono verdoso, mientras que el texto podía ser blanco, verde o incluso amarillo.
¡Chulada de amarillo! |
El Sistema operativo era DOS. Recuerdo que en la escuela nos enseñaban a encender las compus, y que había un orden: primero se encendía el monitor, y luego el CPU… ¿o era al revés? Además, se tenía que encender con el disco de sistema operativo para que pudieras interactuar con la compu.
¡A años luz de los mega, giga y tera bytes! |
Y hablando de discos, durante un par de años habré usado los llamados disquetes flexibles de 5 ¼. Desde entonces y hasta finales de los noventa (ya con disquetes 3 1/2, la marca que solía usar era Verbatim.
¡Ni siquiera recuerdo qué capacidad de almacenamiento tenían! |
¿Y qué hacíamos con esas joyas de las cavernas? Bueno, además de aprender a encenderlas en el orden correcto, recuerdo muy poco. A formatear los discos, a consultar los contenidos de los discos, esa parte se me nubla un tanto. Pero lo que sí recuerdo mucho era que llegamos a trabajar con un lenguaje de programación llamado LOGO y que me encantaba, aunque no logré explotarlo mucho.
No recuerdo haber logrado nada cercano a esta hazaña. |
LOGO era un lenguaje de programación que se usaba para enseñar a los jóvenes a entender la lógica de la programación. Algo así como lo es Scratch hoy en día. El programita consistía en dar instrucciones para que un puntero dibujara una línea. Con distintos comandos se hacía que el puntero hiciera giros para después trazar líneas en ángulos. El chiste es que solíamos intentar hacer dibujitos. LOGO funcionaba más o menos así:
Para terminar también recuerdo un juego de maratón, en el que el tablero era un camino hecho con la repetición de algún símbolo en una disposición rectangular. Quizá lo jugábamos cuando los profes no querían dar clase.
Como ven, estamos hablando de una etapa apenas creíble de la computación, difícil de imaginar cuando vemos en lo que se ha convertido hoy en día. En los años 90 todavía alcancé a sentir una emoción similar respecto a las posibilidades de las computadoras, pero esa etapa quizá sea tema para otra entrada.
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