Como todo lector de este blog sabe, en los 80s y 90s los puestos de periódicos o de revistas cumplían más que la función de entretener con revistas del corazón, sobre la farándula, o con gráficas horrorizantes de la nota roja. En esta entrada rescato ese fenómeno de la cultura por entregas que peleaba codo a codo con el entretenimiento.
Y sí, hablo de aquellos días en que los libreros servían para ser decorados con los lomos de esos artefactos de papiro y pergamino. De la dicha enciclopedia me habré enterado tarde y todavía sin dinero propio que alcanzara para comprarla, aunque casi puedo asegurar que alguno de esos ‘tomos’ habrá caído en nuestras manos.
Cuando hasta con el Tele Guía aprendías cosas útiles. |
No mucho tiempo después, ya como comprador obsesivo de comics, y visitante asiduo de los puestos de revistas, me topé con la enciclopedia Dinosaurios (1993), (aunque más bien creo que la TV me condicionó a buscarla con mi dealer / voceador).
No logro recordar si la fantástica Jurassic Park (también del 1993) ya se había estrenado para entonces, pero en realidad, los dinosaurios y los ninjas seguían siendo buenos ganchos para gastar como locos. Esta enciclopedia de un tomo se vendía por entregas semanales de fascículos, y tenía dos trucos publicitarios bajo la manga: una imagen central impresa en 3-D en cada fascículo y una pieza del esqueleto de un T-Rex fosforescente por entrega. ¡Vendido!
En los 80s y 90s el la tecnología 3D era menos complicada. |
La verdad es que al principio me entretuvo bastante y fue interesante leerla y coleccionarla hasta que me aburrió. Hoy en mi museo no existe ningún sobreviviente de esa aventura que quizá constara de 50 entregas. Aunque recuerdo haber tenido todos los huesos del T-Rex, me desencantó la calidad de las piezas posteriores que simulaban la piel, otra razón para dejar de comprar más fascículos.
Bueno, se veía más impresionante en los 90s. |
Después, en plena debacle académica, me dije: “¡RetroMan, tienes que hacer algo con tu vida!” Mis súplicas llegaron a San Agostini quien me oyó y se me reveló en forma de comercial de TV (otra vez): ahí estaba la solución; los cursos de idiomas Planeta Agostini. En fascículos, por supuesto.
A ver, no es que me hayan ayudado mucho, pero por iniciativa no quedó. Habré comprado sólo dos de inglés, y uno de italiano. En las primeras dos entregas se incluía un diccionario bilingüe bastante decente y en cada una su correspondiente audio casete, (al parecer, en posteriores entregas también se incluía video). De esa batalla perdida sólo sobrevive un diccionario.
¡Snif! |
Luego me dediqué a la música, es decir, a intentar coleccionar una enciclopedia del rock (¿o era del Pop?) de mediados de los 90 (¿95?). De esta sí que no me acuerdo del nombre. Cada fascículo hablaba de la evolución del género, aunque esto sólo lo puedo suponer. Y es que de la información en cada entrega no recuerdo nada. Lo que no se me olvida es que la primera entrega incluía el casete Off the Wall (1979) del gran Michael Jackson, aunque no me pareció buen material (es mi opinión).
¡Uy, los casetes! |
Otra entrega incluía un casete de éxitos de Elton John con el que terminé siendo fan de este artista también (ya pronto tendrá su entrada). Y luego, parece que recuerdo un casete de the Beatles, que sólo incluía sus pininos con Tony Sheridan, y naturalmente no me gustó. Como es lógico, tampoco de estos ejemplares queda nada. ¿Alguien los recuerda?
La leyenda 'Con el disco o casete' me suena, pero... ¿sería esta? |
Y para concluir, llegó mi faceta intelectual, la más temida por la familia porque nos hace insoportables. En realidad, con la TV embargada sólo quedaba leer, y ahí me entretuve con tres colecciones de libros que comencé a adquirir. Planeta-Agostini (en su tercera evolución de nombre) cedía el paso a RBA, y de ésta la primera colección que entró en mi radar fue Grandes Éxitos (1995, Best Sellers). Creo que sólo compré la primera entrega, que como aún se estila hasta hoy, se componía de dos libros: El color púrpura (Alice Walker) y Alguien voló sobre el nido del cuco (Ken Kesey).
La pasta blanda y el diseño de portada no eran muy llamativos. |
Luego llegó una colección aún más llamativa de RBA: Narrativa moderna, con libros en pasta dura y con camisa. De esta colección habré comprado cuatro de los primeros números, de los cuales conservo dos o tres: El nombre de la rosa (Umberto Eco), El amor en los tiempos del cólera (Gabriel García Márquez), El amante de la China del Norte (Marguerite Duras), y quizá también El perfume (Patrick Suskind).
Esta colección prometía, pero no había lana. |
Finalmente, Historia de la Literatura (de finales de los 90), de RBA también. Esta colección también era de pasta dura, aunque de calidad menos impresionante. De esta colección disfruté dos de mis libros favoritos: Don Quijote de la Mancha (Cervantes), y Los miserables (Victor Hugo). También habré adquirido algún libro de Shakespeare, autor que no termina de gustarme, y Fausto, de Goethe.
¡Un imperdible en la colección Historia de la Literatura! |
Alguna de estas dos últimas colecciones incluía fascículos con información sobre los libros y una lista de todos los ejemplares de la colección. Leer cada libro de dicha lista se volvió en su momento un proyecto personal inconcluso hasta hoy.
En esta historia de romance con los puestos de revistas, hay algunos cabos sueltos, pero ya se me irán ajustando las neuronas lo suficiente para sacar del olvido otros artefactos destacados de aquellos 80s y 90s. Hoy, por fortuna, veo que los puestos de revistas aún siguen siendo buenos espacios para atraer a la gente a la cultura, aún en la era de lo digital. ¡Enhorabuena!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Eres bienvenido para comentar, siempre que sea de forma propositiva y con respeto. Tu comentario aparecerá publicado en no más de 24 horas. No se publicarán los comentarios con agresiones a los autores o a otros lectores.