viernes, 13 de diciembre de 2019

1980s-90s: Los sonideros

Sobre la cultura del bailongo callejero tengo poca, muy poca experiencia directa, puesto que me tocó  vivir la era de los sonideros de chamaquillo. Al respecto mis hermanos mayores tendrán quizá algo más que decir, aunque no sé cuánto.


Y es que lo qué sí recuerdo, además del ruidazo que se alcanzaba nuestro pequeño departamento del número 110 en Ciudad Neza, era que mi madre le tenía un gran temor a estos eventos pues eran los días de las bandas callejeras de los 80 y era común que irrumpieran a marcar su territorio. 


Por ello, estoy seguro que debió ser muy difícil arrancarle un permiso para asistir a una tocada. Sobre la bandas de Neza en los 80, aquí hay un excelente arículo al respecto.

Recuerdo también que las calles se tapizaban con la publicidad en carteles bicolores de los siguientes eventos en el área. En especial se llenaban de estos carteles los grandes muros de los baños Texcoco y del Cine Nezahualcóyotl, pero además a cada poste de luz y a cada barda de un terreno baldío le tocaba los suyo.



De hecho, recuerdo que me llamaba la atención esos carteles pues siempre tenían un arte interesante, futurista en muchos casos. Si entonces no había internet para piratearse algún diseño, ¿de dónde salían estas ideas? Aquí les ejo un artículo sobre un ilustrador encargado de darle una imagen visual al High Energy.







Desde los noventa, asocio más a los eventos de sonideros con la música tropical, ya que la mayoría de los cuates de secundaria que le daban al zapateado eran salseros o cumbieros. Había algunos que cruzaban de género por irse a bailar o a ligar, como el Changuito, que comenzó roquero y asiduo asistente a eventos del sonido Carita JC; pero que, al puro estilo Jacinto Metalero, terminó yendo a tocadas más tropicales y gruperas, quizá más del tipo del sonido La Changa

Por cierto, había melodías de cajón según el género, y una de las constantes en los toquines de rock era The Break Up Song.



A algunos otros compañeros de secundaria les encantaba dibujar los logotipos de los sonideros, y en especial recuerdo a alguien dándole forma al logo de Polymarchs en pluma BIC. Vagamente recuerdo a otro que en el taller de electricidad de la Técnica 5 delineó con foquitos led el logo de algún otro sonido de la época empotrado en la caja de un tráiler de juguete.

El único contacto intencional (muy indirecto) que tuve con la cultura de los sonideros fue además el último. Animado por el Changuito en otra de sus mutaciones, me compré un casette del sonido Patrick Miller de pura música que él llamaba “jáyiyer ni”, o sea High Energy.

Como es patente, no viví la época ochentera de los sonideros más que de rebote, aunque, si tuviera que rescatar algo de ella, sería el gusto por la música High Energy de aquellos tiempos, que se escuchaba si por alguna razón me sacaban a caminar cerca de algún evento en los barrios de Neza. Quizá la rola que más me hace identificar esta cultura ochentera y noventera es Living On Video.


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