domingo, 10 de julio de 2022

1980s: El libro sentimental y otras historietas para adultos

Ningún superviviente de los ochenta puede olvidarse de esas publicaciones semanales que tapizaban los puestos de periódico y que inevitablemente aparecían en algún rincón de nuestras madrigueras. Aunque en casa no eran compradores compulsivos de estas obras, sí que me tocó entretenerme con algunos de los exponentes más populares de esta cultura de la novela gráfica, aunque sólo me distrajeran los garabatos.

Para las damas: los culebrones románticos

Estos eran claramente contribución de mi hermana adolescente. El Libro Sentimental, El Libro Semanal y Lágrimas y Risas eran los principales representantes del género. El Libro Sentimental y El Libro Semanal eran los típicos libros de bolsillo, con formato compacto. 

Algunos diseños de portada explotaban...
 
intencionalmente la imagen de los artistas de moda.

Lágrimas y Risas tenía el formato más común de las revistas, más largo y con más viñetas por página. Esos sí, todas estaban plasmadas en sepia. Y parece que a más páginas menos calidad, pues Lagrimas y Risas, por lo que se ve aquí, tenía mayor calidad gráfica.



Culebrones en sepia

De las historias, no puedo decir mucho. Recuerdo más a lo que sabían esas páginas porque claro, no me faltó la curiosidad de saborear ese papel que olía tan distintivamente (¡ejem!).


Pero basta echarle un ojo a esos títulos para relacionarlos con sus contrapartes televisadas.


Sepia y más sepia, ¡qué recuerdos!

Y para el caballero: policías contra ladrones y vaqueros contra indios
 

Para los caballeros había (¿hay?) otro tanto. Mi padre era el encargado de traer esos libritos a casa, pero de igual manera no me atraían, sobre todo si no había un tema más fantástico o de ciencia ficción en ellos.

El libro policiaco publicaba historias de crímenes en la ciudad que muy probablemente se basaban en los reportajes de los tabloides. Qué más se puede decir sin haberlos leído.

Es toda una odisea encontrar imágenes de este comic.

Lo mismo puedo decir de El libro vaquero, que todavía me llamaba menos la atención pues el tema de los vaqueros estaba pasando ya de moda en los 80. Eso sí, no faltaban las inevitables representaciones claramente racistas de la época: indio malo, india buena.

Bueno, había sus excepciones.

El pancracio llegó también a las historietas

Se mira claramente el público al que iba (va) dirigido, al igual que las dos series anteriores, con la combinación pistolas y curvas femeninas. De esto último sobraba aún más en esta serie que parece que sigue vigente, junto con otras que comparten nombre: el Sensacional de luchas. Uno de estos libritos habrá caído en mis manos en el 87 con el título llamado La curvilinda

pero intencionalmente habré comprado un par ya cerca de los 90 tratando de encontrar algo que cubriera la idea de un superhéroe nacional. Quien haya leído estos comics sabrá que no son precisamente historias enfocadas en heroísmo.

Casi no hay portada sin chica sepsi...

Quizá la imagen del luchador como héroe sólo se habría logrado con los dos luchadores mexicanos más famosos populares: El Santo y Blue Demon, quienes tenían también sus propias revistas que a lo más que habré llegado es a hojearlas.

Tal vez habré hojeado una de estas en alguna peluquería.

Aunque no podría faltar El Santo en el Sensacional de luchas.

¡Cómo eran malos esos apaches!

En un tono más literario

En esa búsqueda activa de comics, en los tempranos noventa, la dependienta del puesto de revistas me recomendó Joyas de la literatura. Ya estaba familiarizado con este nombre pues aparecía en la publicidad de El Hombre-Araña, pero al final sólo recuerdo haber comprado uno, que fue la historia de Robin Hood

Un digno proyecto.

Y para los amantes del Alarma!

Para finalizar, una historieta que me produjo unas cuantas pesadillas: Desastre. En aquel entonces no lo sabía, pero hoy veo que este condenado libro explotaba las tragedias que ocurrían en el mundo y sus representaciones en viñetas eran inhumanamente gráficas. Así que para quien tuviera estómago para esto, encontrará tragedias como incendios, avionazos, terremotos; en esta revista no le hacían el feo a nada. El numero en cuestión que me provocó algo de insomnio fue de un avionazo, así que quizá haya sido este, de 1987: 
 
Por andar de curioso, termine con TEPT.
 
¡Qué rayos!
 
Y aquí acaba el recuento de esta experiencia principalmente ochentera. Los temas de estas revistas se fueron recargando todavía más a lo ‘picante’, aunque el arte de las portadas en general fue mejorando mucho. En algún punto me pareció que se convirtieron en las sucesoras del cine de ficheras y del cine de picardía ‘mexicana’ y albur de barrio, temas comunes en el cotorreo de la secundaria ochentera pero ya no tanto en el bachillerato noventero.

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