A sólo unos días del estreno de la séptima película de la saga Star Wars, The Force Awakens, y con un tráiler que por lo menos promete, es obligatorio hacerle una entrada a esta historia que formó parte de los sueños de infancia (literales) de la pipiolera de los 80.
Star Wars, la película que comenzó la saga, se estrenó en 1977, pero no fue sino hasta el 83 cuando yo la pude ver en la TV abierta, a cuenta de estreno de El Retorno del Jedi. Recuerdo perfectamente cómo en aquel entonces esos estrenos, a pesar de que eran películas de media década de antigüedad, eran cacareados una y otra vez en los comerciales de TV como “el gran evento”. Y pues lo fue.
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¿Qué se puede decir que no se haya dicho ya de lo que fue Star Wars para los testigos directos de aquel evento? Pero como es tradición de este blog, lo importante es cómo lo vivimos, y de eso es lo que hablaré. Lo primero, después de tanto escuchar el anuncio del estreno en TV de Star Wars, fue que todos en casa estábamos preparados para verla. Yo entré después de jugar con los cuates en el patio común, y esto es lo que vi.
Espadas y pistolas laser. ¿Qué podía ser más padre que una sable samurái o una pistola? Pues lo mismo pero con laser. En aquel entonces al escuchar la palabra laser uno se imaginaba la punta de la tecnología, pero en esta película tenía ya una cara. Me atrevo a asegurar que no hay quién no sepa cómo “suena” una espada o una pistola laser, o que no sepa imitar su sonido mientras blande un palo de escoba como en los viejos tiempos.
Naves espaciales. Hasta ese momento no recordaba una película o serie de TV que tuviera tantas naves espaciales y batallas tan dinámicas. Si acaso habré visto algún capítulo o dos de la aburridísima Star Trek con su aburrida nave Enterprise. En aquel entonces jugábamos un juego cuyo nombre no recuerdo, pero que consistía en doblar una hoja de papel a la mitad y en cada mitad dibujábamos aviones. El asunto era dibujar con una pluma una bola pequeña bien remarcada de tu lado del papel para que al doblarlo dicha bola coincidiera con un avión rival y así derribarlo. Pues esos aviones se convirtieron inevitablemente en X-Wings y Tie Fighters.
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El tema. El tema preferido de muchas películas de esas décadas era el del perdedor que se vuelve ganador. En aquel entonces no era tan fastidioso, y el asunto te contagiaba: cualquiera podía ser un Jedi. Como dije, aunque fuera con un palo de escoba, eso bastaba para ser parte de la mitología Star Wars, aunque en realidad mi personaje favorito fue inicialmente Han Solo.
La música. Quizá no fue lo que más noté en su momento, pero ¡qué rolonones orquestados componían esa banda sonora! Tuve una oportunidad más propicia para apreciar la música de Star Wars cuando llegó a nuestras manos un sencillo del compositor Domenico Monardo o Meco, con su versión disco que mezclaba varias tonadas icónicas de la peli. Yo solía ponerlo y tratar de recordar a qué escena correspondía cada tonada.
Los efectos. Los efectos visuales y de sonido eran geniales, y hablamos de la época en que todavía había TV en blanco y negro. Quizá lo más impactante eran las batallas en el espacio, los efectos de las armas laser, y por supuesto, la animación stop motion, que en esta primera parte sólo se ve en el juego de ajedrez que juegan Han y Obi-Wan.
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La saga permeó mucho de la cultura pop de los ochentas. Eran obligatorias las parodias, los spin-offs (series o historias que se desprendían de la historia principal). Una de las parodias que más recuerdo fue en los Muppets Baby.
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Tampoco faltaban las figuras de acción, que entonces comercializaba la inolvidable Lily Ledy. Recuerdo en esa época tianguis llenos de figuras originales. Yo tuve sólo dos figuras bootleg de Star Wars, aunque la calidad era buenísima: un Han Solo en plástico negro, y un Darth Vader más flexible, como de goma. Recuerdo que a Han le ponía un remache como espada que le encajaba muy bien. Con eso bastaba.
Estas figuras de Han y de Vader son las que tuve en bootleg. |
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