domingo, 30 de octubre de 2022

1990s-2000s: R. L. Stine Parte 2. Más allá de Escalofríos

Por J.C.

Además de la exitosa colección de libros y la serie de televisión, Escalofríos también inspiró dos películas, las cuales reúnen todo el universo de Goosebumps, incluyendo al propio autor, R. L. Stine, quien es interpretado en ambas cintas por el actor y músico Jack Black.

También existen varios spin-offs de la saga de libros de Escalofríos, entre los que se encuentran: Goosebumps Series 2000, Goosebumps Horrorland, Goosebumps Most Wanted, y SlappyWorld. Este último basado en el icónico personaje, Slappy, de los tres libros de la serie original de Escalofríos, Night of the Living Dummy.

¡Chucky...! o sea, ¡Slappy!

 

Otra colección de libros que dio lugar a una trilogía de películas es Fear Street que, para ser honesto, descubrí por las películas producidas por Netflix: Fear Street Part One: 1994; Fear Street Part Two: 1978; y Fear Street Part Three 1666. La historia se centra en un grupo de adolescentes que se unen para romper una maldición que se remonta a un pasado remoto.

A Nightmare on Elm... o sea, Fear Street.

Aunque la trama es interesante, lo que más me agradó fue la música de las tres películas, en especial de Fear Street Part One: 1994. Durante este largometraje aparecen diversas canciones de la llamada música alternativa de los noventa, la cual sigue siendo una de mis preferidas.

 

Algunas de mis canciones favoritas que se pueden escuchar a lo largo del filme son: Only Happy When It Rains (1995) de Garbage, Closer de Nine Inch Nails (1994), Machinehead (1994) de Bush, Firestarter (1997) de Prodigy y Your Woman (1997) de White Town

También hay temas de bandas como: Radiohead, Pixies, Portishead, Iron Maiden y Cypress Hill. Así que, en caso de odiar el guion, aún queda un gran paseo por el recuerdo con todas estas grandes canciones representativas de los noventas.

Otras series de libros que no he podido explorar son: Mostly Ghostly, Rotten School, The Nightmare Room y Garbage Pailkids, al igual que algunos libros individuales como: The Adventures of Shrinkman, Phone Calls y Zombie Town. La lista es demasiado extensa, por lo que aquí sólo mencioné pocos de ellos.

Aquí el pasillo dedicado a R. L. Stine.

Más recientemente, he estado escuchando el podcast R. L. Stine’s Story Club, inspirado y aprobado por R. L. Stine. En él se narran historias de terror breves con personajes peculiares y finales inesperados, al estilo del escritor. 

¡In inglish, plis!

Del mismo modo, me gustaría leer su última publicación, Stinetinglers, libro de cuentos cortos editado en 2022.

¡Se antoja!

Finalmente, un dato interesante es que R. L. Stine ha sido llamado el Stephen King de niños y adolescentes, situación sobre la cual bromea y que es referenciada en las películas de Escalofríos. Indudablemente, esta comparación se realiza debido a la peculiaridad de la ficción que producen y la prolificidad de ambos autores.

A pesar de que las obras de R. L. Stine son dirigidas a un público infantil y juvenil, opino que cualquiera puede deleitarse con sus tramas siempre emocionantes, dinámicas e impredecibles, sea o no nativo de los fabulosos 90.

sábado, 29 de octubre de 2022

1984: La Isla del Tesoro, por Canal 9


Y hablando de libros, muy a su pesar quizá, Televisa nos inundó con literatura en forma de animación. Como ya mencioné antes, el proyecto japonés World Masterpiece Theater dio una enorme plataforma a obras clásicas de la literatura infantil universal a través de la televisión.

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¡Qué mejor forma de acercarnos a la literatura!

Aquí hemos hablado ya de Los Cuentos de Hans Christian Andersen (Anderusen Monogatari, 1971) y Heidi (Aripusu no Shojo Heiji, 1974). 

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Los pininos de Hayao Miyazaki.

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Estos monitos están asociados a muchos traumas de la niñez.

Y aunque aún tengo que abordar muchas de esas adaptaciones, resulta que los supervivientes de aquellos lejanos ochenta no sólo le debemos a WMT nuestro primer acercamiento a esos entrañables clásicos, pues hubo otro grupo de estudios nipones que hicieron lo suyo y nos regalaron otras tantas joyas, entre ellas La Isla del Tesoro (Takarajima, 1978).

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¡Fantástica adaptación!
 
La versión anime de La Isla del Tesoro corrió a cargo de los estudios Tokyo Movie Shinsha y se transmitió en México tal vez en 1984 o 1985. La historia es seguramente ya conocida por cualquiera de los lectores (¡pocos!) de este blog, contemporáneos seguramente de su servilleta Retroman. Como saben, el valiente joven Jim Hawkins recibe inesperadamente el mapa hacia una isla donde un temido pirata ha escondido un inmenso tesoro, y para subir en la escala social, Jim y un grupo de interesantes personajes se lanzan a la aventura en el barco La Española

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Gray es un personaje muy interesante con un final distinto en esta versión.

Claro que, como es una animación japonesa, entre esos acompañante no podía faltar una mascota que hace parte importante de la tripulación, en esta ocasión un… ¿leopardo?

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A mí me fascinaba en particular la forma en que los capítulos cerraban los momentos más tensos de la aventura con una pantalla en un estilo de boceto y una señal sonora muy efectiva. Precisamente una de las escenas que más recuerdo es cuando una dolorosa revelación destruye la confianza y la estima de Jim hacia el compañero de aventura a quién más apreciaba.

 

Aunque esta serie se compone sólo de 26 capítulos que se transmitían uno a la semana por el canal cultural de México, o sea el Canal 9 de Televisa, no habré visto todos, porque además tenía la desgracia de competir con El Show de los Muppets, por Canal 5 (quizá entre las 6 y las 7 de la tarde), y había días en que mi hermano mayor tenía más ganas ver lo segundo.


El diseño de los personajes es uno de los que me ha gustado de la época, y como dije antes, el estilo de la animación me parece bastante efectiva en relación al tipo de historia que se cuenta.

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Estética fascinante.

Y como siempre, las voces de los excelentes actores de doblaje le dan un valor más a esta obra, en especial, la de Long John Silver, que corrió a cargo del desaparecido Maynardo Zavala, quien dio también vida a otro personaje quizá aún más presente en la memoria del nostálgico: el señor Vi… ¡No! Me lo reservo para otra ocasión.

La música de entrada y salida de La Isla del Tesoro no destaca (a mi gusto), como es el caso de otras animaciones, pero la calidad sonora (algo mala) de la versión en español y la animación que la acompaña inevitablemente tocan una que otra fibra de nuestros recuerdos.


Sé que esta historia es una de las más conocidas de su autor, Robert Louis Stevenson, pero sólo recuerdo una adaptación más a la pantalla y esa es la versión Disney, El Planeta del Tesoro (2002). Aunque no tuve oportunidad de verla en su momento y no me llama mucho la atención, se dice que es bastante buena.


Habrá que darle una oportunidad.
 
Y cómo a inicios de los dosmiles aún no esperaba que la versión japonesa fuera a estar disponible en DVD, se me ocurrió leer el libro en su versión original… en inglés. El resultado fue de frustración, ya que la narración está repleta de términos marítimos y jerga pirata, por lo que no me enteré de nada. 

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Mejor léase en español.

Por eso, va un doble reconocimiento a Takarajima, por ayudarnos presenciar la fantástica aventura de Jim Hawkins. ¿Alguien más recuerda esta serie?

domingo, 9 de octubre de 2022

1990s: R. L. Stine Parte 1. Escalofríos (Goosebumps)

Por J.C.

Durante la década de los 90, había una gran variedad de programas para adolescentes que me gustaban; por ejemplo, Ciencia Loca (Weird Science, 1994-1998), Tiempos Inolvidables (Ready or Not, 1993-1997) y Aprendiendo a vivir (Boy Meets World, 1993-2000), sobre la cual ya había escrito en este espacio. 

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Ciencia loca: El cómputo al servicio de las hormonas.

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Tiempos inolvidables, con la popular Busy Ramone.

Dentro de esta barra de programas, también había un par de ellos que presentaban historias de terror, igualmente para gente joven: ¿Le temes a la oscuridad? (Are You Afraid of the Dark?, 1990-1996)


 y Escalofríos (Goosebumps, 1995-1998).

Aunque entre mis compañeros de la escuela, el primero era más popular, yo prefería Escalofríos, porque las historias y personajes me parecían bastante peculiares, además de que los finales de los capítulos siempre tenían giros inesperados o extraños; nunca ocurría lo que creía que pasaría. 

 

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Al revisar la lista de temporadas y capítulos en internet, estoy casi cierto de que en México sólo se transmitieron las primeras dos temporadas de las cuatro que se produjeron.

El tema musical, junto con la cortinilla de inicio del programa, me encantaban. Me gustaba mucho la parte en que se escuchaba el ladrido de un perro al ritmo de la canción.

A través de este video de inicio de cada capítulo, me di cuenta de que las historias estaban basadas en los libros del escritor R. L. Stine.

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En aquellos años de adolescencia tuve la oportunidad de estudiar inglés en la ya casi extinta escuela Harmon Hall, por lo que constantemente tenía la curiosidad de leer los libros de Escalofríos en inglés. Es justo en la transición entre adolescente y adulto joven cuando mi hermana y su entonces novio me invitaron a la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Durante el recorrido, descubrí un stand con anuncios de Escalofríos en inglés y en español, y en el que tenían toda la serie en exhibición, mayormente en inglés.

En ese momento no llevaba dinero y no pude adquirir ninguno. Después, durante esa misma semana, regresé a la feria yo solo a comprar tres de ellos: It Came From Beneath the Sink (1995), Stay Out of the Basement (1992), y Calling All Creeps (1996). 

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Traducciones Campoamor: ¡Vino de debajo del fregadero!

Los elegí con base en los capítulos de la serie de televisión que más me gustaban. Si hubiera sido por mí, habría comprado toda la serie en ese momento, o al menos todos los títulos que me eran familiares. Estos libros fueron los primeros que leí en inglés que no habían sido escritos para estudiantes de inglés como lengua extranjera. 

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Traducciones Campoamor: ¡Aléjate del sótano!

Al principio, me sentía frustrado porque tenía que buscar muchas palabras en el diccionario, pero al empezar a entender las historias, resultaba motivante. Incluso tenía un cuaderno con todas las palabras nuevas que encontraba junto con sus significados en español.

Me acuerdo que el primer libro de Escalofríos que leí fue Calling All Creeps. La novela daba inicio con el protagonista bajando las escaleras de puntitas para no hacer ruido y poder salir de su casa durante la noche sin ser descubierto por sus papás. Lo recuerdo bastante bien porque en esas oraciones iniciales estaba la palabra tiptoe, que no conocía y que era la primera en la lista en mi cuaderno de vocabulario de Escalofríos.

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Traducciones Campoamor: ¡Monstruos, a mí!

Creo que la serie de libros de Escalofríos puede equipararse con el fenómeno que ocurrió con Harry Potter muchos años más tarde, mediante el cual niños y jóvenes empezaron a interesarse por la lectura. De hecho, R.L. Stine era el autor de literatura infantil y juvenil con mayores ventas de libros en el mundo antes de la aparición de la popular saga de J. K. Rowling. Curiosamente, ambos autores son publicados por la misma editorial: Scholastic.

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¡Ya desde la portada se te antojan!

Tanto la serie, como los libros fueron únicamente mi puerta de entrada al autor R. L. Stine, quien tiene un sinnúmero de publicaciones que han dado pié a la producción de series de televisión, películas, podcasts, y novelas gráficas, entre otros, acerca de los que escribiré en la parte 2 sobre este autor.

1990s: Cultura y conocimiento por entregas en los puestos de revistas

Como todo lector de este blog sabe, en los 80s y 90s los puestos de periódicos o de revistas cumplían más que la función de entretener con revistas del corazón, sobre la farándula, o con gráficas horrorizantes de la nota roja. En esta entrada rescato ese fenómeno de la cultura por entregas que peleaba codo a codo con el entretenimiento.

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Y la historia inicia aquí. De visita en casa de algún colega de la primaria o de secundaria, a finales de los 80 o principios de los 90 (parece ser del 91), pude echarle un ojo a la colección más completa que hasta entonces conocía de esa elusiva mini enciclopedia Historia Universal, que se conseguía con la desaparecida revista Tele Guía

Y sí, hablo de aquellos días en que los libreros servían para ser decorados con los lomos de esos artefactos de papiro y pergamino. De la dicha enciclopedia me habré enterado tarde y todavía sin dinero propio que alcanzara para comprarla, aunque casi puedo asegurar que alguno de esos ‘tomos’ habrá caído en nuestras manos.

 

 

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Cuando hasta con el Tele Guía aprendías cosas útiles.

No mucho tiempo después, ya como comprador obsesivo de comics, y visitante asiduo de los puestos de revistas, me topé con la enciclopedia Dinosaurios (1993), (aunque más bien creo que la TV me condicionó a buscarla con mi dealer / voceador). 

No logro recordar si la fantástica Jurassic Park (también del 1993) ya se había estrenado para entonces, pero en realidad, los dinosaurios y los ninjas seguían siendo buenos ganchos para gastar como locos. Esta enciclopedia de un tomo se vendía por entregas semanales de fascículos, y tenía dos trucos publicitarios bajo la manga: una imagen central impresa en 3-D en cada fascículo y una pieza del esqueleto de un T-Rex fosforescente por entrega. ¡Vendido!

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En los 80s y 90s el la tecnología 3D era menos complicada.
 

La verdad es que al principio me entretuvo bastante y fue interesante leerla y coleccionarla hasta que me aburrió. Hoy en mi museo no existe ningún sobreviviente de esa aventura que quizá constara de 50 entregas. Aunque recuerdo haber tenido todos los huesos del T-Rex, me desencantó la calidad de las piezas posteriores que simulaban la piel, otra razón para dejar de comprar más fascículos.

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Bueno, se veía más impresionante en los 90s.
 
Después, en plena debacle académica, me dije: “¡RetroMan, tienes que hacer algo con tu vida!” Mis súplicas llegaron a San Agostini quien me oyó y se me reveló en forma de comercial de TV (otra vez): ahí estaba la solución; los cursos de idiomas Planeta Agostini. En fascículos, por supuesto. 

 

A ver, no es que me hayan ayudado mucho, pero por iniciativa no quedó. Habré comprado sólo dos de inglés, y uno de italiano. En las primeras dos entregas se incluía un diccionario bilingüe bastante decente y en cada una su correspondiente audio casete, (al parecer, en posteriores entregas también se incluía video). De esa batalla perdida sólo sobrevive un diccionario.

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¡Snif!
 
Luego me dediqué a la música, es decir, a intentar coleccionar una enciclopedia del rock (¿o era del Pop?) de mediados de los 90 (¿95?). De esta sí que no me acuerdo del nombre. Cada fascículo hablaba de la evolución del género, aunque esto sólo lo puedo suponer. Y es que de la información en cada entrega no recuerdo nada. Lo que no se me olvida es que la primera entrega incluía el casete Off the Wall (1979) del gran Michael Jackson, aunque no me pareció buen material (es mi opinión). 

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¡Uy, los casetes!

Otra entrega incluía un casete de éxitos de Elton John con el que terminé siendo fan de este artista también (ya pronto tendrá su entrada). Y luego, parece que recuerdo un casete de the Beatles, que sólo incluía sus pininos con Tony Sheridan, y naturalmente no me gustó. Como es lógico, tampoco de estos ejemplares queda nada. ¿Alguien los recuerda?

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La leyenda 'Con el disco o casete' me suena, pero... ¿sería esta?
 

Y para concluir, llegó mi faceta intelectual, la más temida por la familia porque nos hace insoportables. En realidad, con la TV embargada sólo quedaba leer, y ahí me entretuve con tres colecciones de libros que comencé a adquirir. Planeta-Agostini (en su tercera evolución de nombre) cedía el paso a RBA, y de ésta la primera colección que entró en mi radar fue Grandes Éxitos (1995, Best Sellers). Creo que sólo compré la primera entrega, que como aún se estila hasta hoy, se componía de dos libros: El color púrpura (Alice Walker) y Alguien voló sobre el nido del cuco (Ken Kesey).
 

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La pasta blanda y el diseño de portada no eran muy llamativos.

Luego llegó una colección aún más llamativa de RBA: Narrativa moderna, con libros en pasta dura y con camisa. De esta colección habré comprado cuatro de los primeros números, de los cuales conservo dos o tres: El nombre de la rosa (Umberto Eco), El amor en los tiempos del cólera (Gabriel García Márquez), El amante de la China del Norte (Marguerite Duras), y quizá también El perfume (Patrick Suskind).

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Esta colección prometía, pero no había lana.

Finalmente, Historia de la Literatura (de finales de los 90), de RBA también. Esta colección también era de pasta dura, aunque de calidad menos impresionante. De esta colección disfruté dos de mis libros favoritos: Don Quijote de la Mancha (Cervantes), y Los miserables (Victor Hugo). También habré adquirido algún libro de Shakespeare, autor que no termina de gustarme, y Fausto, de Goethe. 

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¡Un imperdible en la colección Historia de la Literatura!

Alguna de estas dos últimas colecciones incluía fascículos con información sobre los libros y una lista de todos los ejemplares de la colección. Leer cada libro de dicha lista se volvió en su momento un proyecto personal inconcluso hasta hoy.

En esta historia de romance con los puestos de revistas, hay algunos cabos sueltos, pero ya se me irán ajustando las neuronas lo suficiente para sacar del olvido otros artefactos destacados de aquellos 80s y 90s. Hoy, por fortuna, veo que los puestos de revistas aún siguen siendo buenos espacios para atraer a la gente a la cultura, aún en la era de lo digital. ¡Enhorabuena!