En casa
entramos tarde en la cultura de la renta de películas. Fue a finales de los 80,
cuando, a cuenta del ‘apogeo’ económico entramos al selecto grupo de los micro
empresarios y a nuestro negocio de cremería y abarrotes ‘La Rosita’, mi padre
le sumó un par de negocios más: una mueblería adjunta con un mini video club en
su interior.
Durante ese
tiempo de bonanza, del video club se trajeron una video casetera, muy
probablemente una SONY (que estaba a la cabeza de la tecnología) y de vez en
cuando regresaban del trabajo con alguna de las películas disponibles, la
mayoría de las cuales eran de bajo presupuesto (cine B) y de una distribuidora
menor (Video Bruguera).
Después nos
suscribimos a un par de video clubes locales (Video Lasser, uno de ellos)donde tenías que rezar para que todavía
hubiera una copia de la película más reciente, pues las copias eran muy
limitadas.
Durante las
veces que me encargaban salir a rentar películas, mi criterio era normado por
el arte de la caja o por la productora de la película. Las favorecidas eran las
de Touchstone Pictures, Paramount, Columbia (¡antes de que se las chupara a
todas Disney!). Y claro, era traer de aventura, fantasía o comedia, y sobre
todo gringas.
Este logo casi siempre era garantía de buenas pelis.
Y el arte de las carátulas ayudaba lo suyo.
La dinámica
era echarle un ojo a las cajas de las películas en las vitrinas y tomar la
ficha correspondiente, luego llevarla al mostrador y que te las pusieran en sus
estuches de plástico con la nota correspondiente indicando el nombre de cada
una y el día de devolución.
Si cometías
el crimen de retrasarte en la devolución, multa. Si no rebobinabas la cinta
antes de regresarla, multa.
Y eso de
rebobinar le daba en la torre a la videocasetera. Para eso te tenías que
conseguir una máquina aparte.
Rebobinadoras como esta hacían que valiera la pena el gasto.
Aunque las había manuales también.
Poco
después dimos un salto de calidad al suscribirnos a un Video Centro, y ahí
entramos al primer mundo (¡tal y como se veía en los comerciales!).
Aquí
también había que devolver las pelis a tiempo, pero creo que no daban tanta
lata con lo de la rebobinación.
En
Video Centro duramos poco tiempo, porque además quedaba a media hora en
transporte público, pero alcancé a alucinar con una promoción en la que con
cada renta te perforaban una tarjeta, y con 50 rentas… no sé, nunca la
llenamos.
¡Uf, que recuerdos!
Todavía
llegué a conocer por fuera la competencia del Video Centro. Algún vagabundeo me llevo a las puertas bien escondidas de un Video Visa, o Video Visión, no sé, pero también se anunciaba por la TV.
Parece que
en Video Centro ya se podían rentar videojuegos, pero para entonces todavía no
me iniciaba en el vicio. Hasta que llegaron los 90, y a mediados de la década,
el Screech me llevó a un negocio algo oculto donde rentaban CDs y videojuegos.
Gracias a ese último espacio nos grabábamos nuestras mezclas de música en
cassette y de vez en cuando nos rentábamos un juego, aunque jamás volví a escuchar de un sitio similar.
¡El monstruo Blockbuster!
A finales de los 90 el
monopolio de la renta se la llevó Blockbuster, que como sabemos también ya fue kaput. En realidad los mejores recuerdos de la época de la renta de películas fue en mis videoclubes locales y dentro de esos recuerdos destacaba el gusto de cumplir con la encomienda de rentar la película adecuada para pasar un rato familiar agradable.
En la época en que una estaba en la preparatoria (...en
loch noventach) y le hacía al zapping
en la televisión, por casualidad encontré un programa curioso. Había una
protagonista atractiva, que siempre andaba con minifalda, con mucho maquillaje,
tacones (no sé cómo no se caía), cabello muy esponjado… pero no era ni perfecta
ni triunfadora, ni precisamente la heroína de la historia, a pesar de que la
serie era justamente sobre ella, su vida y sus aventuras. Creo que se
transmitía por TV Azteca en México.
La Niñera fue una serie noventera protagonizada por Fran
Drescher, y desde el primer momento que vi ese fragmento de episodio, me llamó
mucho la atención, en particular por el doblaje (la voz de Mónica Manjarrez fue
un gran acierto en el doblaje de la serie), y porque sinceramente las
situaciones eran bastante divertidas.
Hace poco volví a ver la serie en su
idioma original, y aunque ahora me quedan más claros algunos chistes, creo que
la versión en español de México era maravillosamente lograda y logró transmitir
mucho del humor original, y como ya dije, el doblaje ayudó en gran medida al
éxito de la serie.
En este punto de la publicación, algunos se
preguntarán: ¿Y a mí qué me importa?, y tendrían razón, pero al mismo tiempo,
creo que hay muchas cosas rescatables de la serie, que se sigue transmitiendo
en algunos servicios de streaming
como HBO en México. Aquí algunos puntos que me parecen muy interesantes de la
serie.
No es precisamente La Cenicienta
Aunque la historia es la clásica de la chica
(relativamente) pobre que conoce a un hombre (moderadamente) rico, el hecho de
que el personaje de Fran está muy lejos de la perfección de una protagonista de
telenovela hacía que muchos nos pudiéramos identificar con ella y la viéramos
un poco más como ser humano y menos como personaje unidimensional.
Aunque Fran
era en esencia “la buena” de la historia, en muchos capítulos mostraba lo que
cualquier persona haría en diferentes circunstancias: Celos de su propia hermana
(no quería que le bajara al guapo productor, a pesar de que no estaba en una
relación con él), una obsesión con una artista famosa (no le toquen a la
Streisand porque habrá problemas), interés excesivo en la ropa y el maquillaje
(por su misma admisión, gasta mucho más de lo que gana sólo en moda), mentiras
en diferentes ocasiones (pero casi siempre era para evitar que alguien más
saliera lastimado), salida constante del código postal (muchos de los chistes
aludían a la falta de clase de Fran y al hecho de que viniera de Queens, un
barrio de Nueva York, que para no hacerles el cuento largo, es como la zona naca de esa ciudad).
Personalmente, a mí
me parecía interesante ver que Fran no fuera un personaje “demasiado”
inteligente o sofisticado; no era un personaje sin defectos, pero tampoco era
una mala persona, y eso para mí era un mensaje muy positivo. No hace falta ser
el más culto o el que más lana tiene para ganarse el respeto y el amor de los
demás.
Ningún personaje pierde importancia en la historia
Aunque la serie trata principalmente de la vida de
Fran como niñera de los hijos del productor de Broadway Maxwell Sheffield
(viudo, interpretado por Charles Shaughnessy) y el eventual romance que surge
entre ellos, los niños permanecieron como parte importante de la historia
durante las seis temporadas del show. La hija mayor, Maggie (Nicholle Tom),
pasó de ser una adolescente introvertida y tímida a una joven mujer estable y
con confianza en sí misma. El segundo hijo, Brighton (Benjamin Salisbury) era un
chamaco tipo BartSimpson, pero no tan extremo, que a veces causaba problemas o
desafiaba a la autoridad, pero siempre había consecuencias cuando tomaba alguna
mala decisión, pues después de todo, iba aprendiendo como todo adolescente,
cometiendo errores y enmendándolos. La hija menor, Grace (Madeline Zima), era
de los personajes más interesantes para mí. Debido a la pérdida de su mamá,
estuvo en terapia, pero también era un poco más madura que sus hermanos, sin
rayar en la exageración del niño genio. Los tres eran muy buenos actores y
tuvieron momentos en que brillaron en varios capítulos, lo que habla de un
equilibrio entre la protagonista y su interés romántico y la razón por la que
es parte de la familia Sheffield.
Por otro lado, creo que todos los que hemos visto la
serie nos quitamos el sombrero ante Niles (Daniel Davis), el sarcástico
mayordomo de los Sheffield. Desde mi punto de vista, si se hiciera un spin-off
de él solito, lo vería. Niles era un personaje sensato, serio, pero al mismo
tiempo era capaz de soltar unas perlas de sabiduría e insultos por igual, en
especial cuando interactuaba con la socia de Maxwell, C. C. Babcock
(interpretada por Lauren Lane; por cierto, en México cambiaron su apellido a
“Babock”).
La señorita Babcock era también un personaje muy divertido por
derecho propio. Estaba obsesionada con Maxwell, y como buitre esperaba la
oportunidad de convertirse en su segunda esposa, a pesar de que no recuerda
cuántos hijos tiene ni sus nombres (esto lo explota Niles cada que puede, con efectos
muy divertidos).
A mí me pareció sorprendente y muy entretenido que Niles y la
Babcock terminaran enamorados, pues su relación era como la de niños de kínder:
Si te gusta, la empujas o le tiras del cabello, para que sepa que estás
interesado en ella. Así más o menos, pues los dos se demostraban un odio
constante en varios capítulos que terminó convirtiéndose en interés romántico y
en boda al final de la serie (por cierto, el nombre de C.C. sólo se revela en
el último capítulo, síganme para más información).
Finalmente, no podían faltar los parientes de Fran.
Sylvia Fine (Renée Taylor), la mamá de Fran, era un personaje encajoso,
encimoso, metiche… vamos, lo que es el cliché de una mamá / suegra, pero
siempre tenía buenas intenciones (para su propia familia, sí pero eran nobles
intenciones). La abuela Yetta (Ann Guilbert) era también muy divertida. Como se
le iba la onda por cualquier cosa, menos cuando le convenía, y tenía éxito con
los hombres cuando la Babcock fracasaba constantemente, era un personaje que
hacía reír mucho. Tampoco podemos dejar de mencionar a Val, la mejor amiga de
Fran. Aunque no es brillante y hasta las cosas más elementales le cuestan
trabajo, es buena persona y está al lado de Fran pase lo que pase. Esas sí son
amigas, la verdad.
La Fran y su multiverso bien fashion
En los años que la serie se transmitió, hubo otros
intentos para explotar más al personaje principal, pero debo decir que no todos
tuvieron éxito. Por ejemplo, Fran hizo la película La Niñera y el Presidente (The Beautician and the Beast, 1997),
pero no se relacionaba con la niñera en sí, sino con Fran como vendedora de
cosméticos (lo que hacía antes de llegar a casa de los Sheffield) a la que
confunden con una profesora de ciencias. En la película apareció con Timothy
Dalton, pero no tuvo mucho jale, a decir verdad. Sí, la fui a ver, y
sinceramente no fue muy buena.
Por otro lado, en la temporada 2, hubo un intento de
lanzar un spin-off desde un salón de belleza dentro de la historia de La Niñera.
El episodio se llamó La Cabellera (The Chatterbox, que así se llamaba el
salón), y la historia era que Fran le conseguía trabajo ahí a una aspirante a
actriz. Casi todo el episodio se desarrolla en el salón de belleza, con la
intención de presentar a los personajes de lo que se esperaba fuera una serie
nueva y sus características, pero tampoco funcionó mucho.
Un detalle relevante también es el hecho de que Fran
Drescher apareció en la película Fiebre
de Sábado por la Noche (Saturday
Night Fever, 1977), en un papel muy pequeño, pero no pierde la oportunidad
de mencionarlo en el episodio 5de la
temporada 4, Frieda Necesita un Hombre
(1996); sin embargo, a quien se lo dice es al mismísimo Donald O’Connor, nada
más una leyenda del cine de Estados Unidos, cuyo talento para el baile lo hizo
famoso (tanto como a Fred Astaire o Gene Kelly, nada más), o sea que Fran le
estaba hablando de flechas a Robin Hood, pues.
Algo que creo que tuvo más impacto fue el episodio La Historia de Bobbi Fleckman(temporada
5, 1997), en el que Fran retoma al personaje Bobbi Fleckman, una mánager
musical que aparece en el “documental” This
is Spinal Tap (1984) (¿Recuerdan a los Spinal Tap, o mejor dicho a Los Medula?). Este episodio de 1997 en particular es para mí de los
más divertidos, si no el más divertido, pues ver a Fran hacer los dos
personajes es muy, pero muy entretenido, el doblaje es magnífico, y la
situación en general fue de risa loca constante.
Por lo anterior y más, la recomiendo mucho
Junto con El Príncipe del Rap (The Fresh Prince of Bel-Air), La Niñera
fue uno de los shows que más recuerdo de mi adolescencia (han pasado 84
años….), y es una de esas series que uno se queda con ganas de volver a ver.
Las actuaciones me parecían muy buenas, las situaciones muy interesantes y
divertidas, el doblaje mexicano le daba un color muy adecuado y gracioso, y la
combinación de colores que Fran usaba en su ropa, siempre tan brillante y
llamativa, era visualmente impactante. Tener a la mano los servicios de streaming y otras fuentes para ver estos
programas es una gran ventaja para vivir esa nostalgia cuando uno quiera, donde
uno quiera.